sábado, 2 de enero de 2016

A timothy, que le quitaron sus mayúsculas.

A timothy no le gustaba perder. Curioso, habiendo perdido todo en su vida uno puede llegar a pensar que es capaz de acostumbrarse a ello, pero ese no es el caso.
Su padre a los 4 en un accidente.
Su madre a los 6 víctimas de una gran depresión y la cuerda con la que solía jugar.
Creciendo como el chico solitario que estaba destinado a ser y viviendo con sus ordinarios y aburridos tíos se acostumbró entonces a las normalidades de la vida, lo aburrida y plana que podía llegar a ser. Perdió entonces su capacidad de imaginar como todos los niños deberían, ganando así el desprecio infantil a tal atrocidad y la palmada de espalda de hombre grandes y aburridos felicitando lo por su seriedad y supuesta madurez.
Podemos decir que perdió su infancia, teñida por sucesos espantosos y poco acompañamiento familiar, criando desde joven la fría personalidad de timothy.
Y si piensan que estoy exagerando, timothy perdió también sus mayúsculas. Cuestión que el solo adopto con  el paso del tiempo “La mayúsculas son para grandes personas” pensaba constantemente recriminándose de no serlo y ciego de jamás haberlo intentado.
Después de que sus maestras de primer grado le permitieran tales faltas de ortografía, comprendió así que toda su vida estaba destinada a ser perdida.
Entonces, retomando la lista:
A los siete perdió sus propias mayúsculas.
A los nueve perdió el autobús a la escuela y le pusieron un 1 en matemática. Perdiendo así su título de nerd.
A los once perdió su mascota Dolly que se tiro por el retrete, el pequeño Gamster suicida, que descanse en paz.
A los doce perdió la posibilidad de dar su primer beso, el juego de la botellita no ayudo de mucho.
A los quince se perdió de los primeros bailes de fin de curso por una gran varicela que lo dejó varios días en casa.
A los 18, el acto de colación de fin de curso lo adelantaron una hora antes y se perdió dichas medallas y certificado. Que tuvo que retirar un mes después. Por “problemas de organización”
Al año siguiente perdió todo un año de universidad ya que no lo anotaron correctamente como “Timothy Anderson” sino como “Timoti Andersoon” cuestión inexplicable hasta el día de hoy.
Tres años después nuestro querido Timothy había contraído matrimonio con una de sus compañeras de facultad y esperaba su primer hijo. Gregory, al que se encargaría de jamás dejarle perder nada.
A los 25 perdió un brazo mientras se encontraban haciendo alpinismo junto a sus compañeros de trabajo.
Perdió su trabajo por esa misma incapacidad. Dos meses después esperaba a Adam, su segundo hijo.
A los 28 su esposa contrajo cáncer, seis meses  después le había fallado a Gregory, no había podido evitar que el perdiera a su madre.
A sus cuarenta, con dos hijos estudiando, a Timothy le diagnosticaron una extraña enfermedad al corazón, una que supuestamente se alimentaba de la tristeza de las personas, enfermedad que Timothy incubo desde el espantoso accidente de su padre a los cuatro años.
Cuando la vida parecía querer quitarle también sus últimos alientos, decidió escribir un libro contando sus experiencias de vida, diciéndoles una y mil veces a sus hijos que no debían ser tan débiles como su padre, que debían escribir su nombre con mayúsculas, que debían ser grandes, porque lo eran. Por qué el si lo había sido, solo que no lo suficientemente inteligente para darse cuenta antes.
A sus 41 le quitaron su vida mientras escribía en su escritorio la dedicatoria del libro terminado:
Para mis hijos, y mi amada esposa.
Jamás me quitaran los años vi…





No hay comentarios:

Publicar un comentario