A timothy no le gustaba perder. Curioso, habiendo perdido
todo en su vida uno puede llegar a pensar que es capaz de acostumbrarse a ello,
pero ese no es el caso.
Su padre a los 4 en un accidente.
Su madre a los 6 víctimas de una gran depresión y la cuerda
con la que solía jugar.
Creciendo como el chico solitario que estaba destinado a ser
y viviendo con sus ordinarios y aburridos tíos se acostumbró entonces a las
normalidades de la vida, lo aburrida y plana que podía llegar a ser. Perdió entonces
su capacidad de imaginar como todos los niños deberían, ganando así el
desprecio infantil a tal atrocidad y la palmada de espalda de hombre grandes y
aburridos felicitando lo por su seriedad y supuesta madurez.
Podemos decir que perdió su infancia, teñida por sucesos
espantosos y poco acompañamiento familiar, criando desde joven la fría
personalidad de timothy.
Y si piensan que estoy exagerando, timothy perdió también sus
mayúsculas. Cuestión que el solo adopto con
el paso del tiempo “La mayúsculas son para grandes personas” pensaba
constantemente recriminándose de no serlo y ciego de jamás haberlo intentado.
Después de que sus maestras de primer grado le permitieran tales
faltas de ortografía, comprendió así que toda su vida estaba destinada a ser
perdida.
Entonces, retomando la lista:
A los siete perdió sus propias mayúsculas.
A los nueve perdió el autobús a la escuela y le pusieron un
1 en matemática. Perdiendo así su título de nerd.
A los once perdió su mascota Dolly que se tiro por el
retrete, el pequeño Gamster suicida, que descanse en paz.
A los doce perdió la posibilidad de dar su primer beso, el
juego de la botellita no ayudo de mucho.
A los quince se perdió de los primeros bailes de fin de
curso por una gran varicela que lo dejó varios días en casa.
A los 18, el acto de colación de fin de curso lo adelantaron
una hora antes y se perdió dichas medallas y certificado. Que tuvo que retirar
un mes después. Por “problemas de organización”
Al año siguiente perdió todo un año de universidad ya que no
lo anotaron correctamente como “Timothy Anderson” sino como “Timoti Andersoon”
cuestión inexplicable hasta el día de hoy.
Tres años después nuestro querido Timothy había contraído matrimonio
con una de sus compañeras de facultad y esperaba su primer hijo. Gregory, al
que se encargaría de jamás dejarle perder nada.
A los 25 perdió un brazo mientras se encontraban haciendo
alpinismo junto a sus compañeros de trabajo.
Perdió su trabajo por esa misma incapacidad. Dos meses
después esperaba a Adam, su segundo hijo.
A los 28 su esposa contrajo cáncer, seis meses después le había fallado a Gregory, no había
podido evitar que el perdiera a su madre.
A sus cuarenta, con dos hijos estudiando, a Timothy le
diagnosticaron una extraña enfermedad al corazón, una que supuestamente se
alimentaba de la tristeza de las personas, enfermedad que Timothy incubo desde
el espantoso accidente de su padre a los cuatro años.
Cuando la vida parecía querer quitarle también sus últimos
alientos, decidió escribir un libro contando sus experiencias de vida, diciéndoles
una y mil veces a sus hijos que no debían ser tan débiles como su padre, que
debían escribir su nombre con mayúsculas, que debían ser grandes, porque lo
eran. Por qué el si lo había sido, solo que no lo suficientemente inteligente
para darse cuenta antes.
A sus 41 le quitaron su vida mientras escribía en su escritorio
la dedicatoria del libro terminado:
Para mis hijos, y mi
amada esposa.
Jamás me quitaran los
años vi…
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