Me quede pequeña y cautivada, tratando de entenderte de alguna manera, tus proposiciones, tus sueños, tus amores también eran las mías. En parte porque crecimos juntos y nos transmitíamos el uno al otro en miradas rápidas que ni los libros pueden decir y porque todo lo que tuviera relación contigo, era mi problema, mi solución, era mi vida también. El deseo desesperado de caer algún día en tus brazos, a los cuales siempre me los imagine fuertes, pero amor, ambos sabemos que tu te deshaces entre las multitudes, te pierdes y escabulles haciéndote pequeño, somos la versión moderna de E.T en cuanto estatura, y también en cuanto a otras cosas, digamos solo incomprendidos.
Pero aún así junto a ti creo que mi corazón se ensancha y puedo ser tan grande como yo quiera, y puedo volar aunque no tenga alas, y se que voy a caer, y que tu estarás para recogerme, como una paloma herida que solo necesita amor. Pero yo no soy la victima del enamoramiento, la enfermedad social mente aceptada, soy yo la que coge los pedazos del chico débil, aunque eso te avergüenza, yo me siento bien sabiendo que derrumbarte en mi y abrirte tal como eres, para ti era como un símbolo de confianza, porque si hay algo que eres es frío.
Eres frío como los días de invierno, duras poco soleado y sonriente, lego caes naturalmente bajo tus brisas gélidas y lluvias. Siempre pensaste que amaba el verano, por ello tanta rosas y odiosas vacaciones en la playa donde quedamos hecho color escarlata. Sabes, pienso que yo te conozco más de lo que tu me conoces a mi.
Pero quería darte el gusto. ¿Darte el gusto de darme el gusto? Se que suena raro, pero todo alrededor de nosotros lo es.
Había días en los que me veías con el seño fruncido y la mirada perdida mientras yo guardaba silencio, y otros en los que no me dejabas ir muy lejos de ti, me querías cerca, de alguna manera me convertí en algo que necesitabas para vivir, y la duda empezó cuando pensé que me necesitabas, no que me querías. Vi caerte en tus peores vicios, te ayude a levantarte cada vez que metías la pata, y no pienses que fue con pesar y de mala voluntad, amaba estar a tu lado, era mi bendición, ¿Pero que tan lejos pueden llegar las relaciones unilaterales?
Las sorpresas y los regalos se volvían reiterativos y empezamos a acostumbrarnos a nuestra normalidad...¿Era yo la que te regalaba calcetas y tu bufandas? No lo recuerdo muy bien, solo se que en nuestro apartamento estaba repleto de ambas.
Con el tiempo a ti te empezó a desesperar la normalidad y que el frío de nuestra relación no eras tu sino yo, y que los papeles se habían invertido. Yo era la que lloraba por las noches, la que necesitaba abrazos al amanecer y el atardecer, la que necesitaba más sonrisas y menos ceños fruncidos para no desesperar.
Supongo que ninguno de los dos pudo reparar al otro.
Necesitaba a un chico que no existía, y tu a una chica que había desaparecido.
Casos perdido, mi amor.
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