sábado, 2 de enero de 2016

Letras, artes y sueños.

A es una bonita letra. No sé por qué siempre empiezo hablando con la A cuando realmente no siempre es necesario. Hay muchas otras letras bonitas, como la L o talvez la W, aunque realmente no uso mucho la W, tenía un amigo que se llamaba Walter pero para otra cosa no la usaba. Bueno, hoy en día tengo inglés en el instituto y también un celular así que, reconozco que si la uso, “¿What`s your name?” “Pásame tu Whatsspp” “Quiero un sándwich”  No nos olvidemos de la comida, no.
Creo que a veces menospreciamos las letras. Cada una de ellas tiene su fuerza propia y nos recuerda algo personal, no sé ustedes pero si pienso en la R sale a mi cabeza instantáneamente la película del ratón que cocinaba, Ratatouille, y si me dicen la H pienso en los arcos de rugby en los que mi primo solía pasar horas jugando. Podría seguir interminablemente relacionando letras con recuerdos, pero ninguno de ellos realmente vale la pena. Cuando eres chico, piensas que el mundo es gigante, demasiado grande, lo suficiente para aplastarte, y eso lo mantienes toda tu vida, la diferencia es que un niño tiene valor, tendrá miedo si, pero no se desmorona, no pierde la fe. Me considero una niña que se convirtió en adulto prematuramente.  Preocupándome por cosas sin sentido y olvidando aquellas que valen la pena. 
Naturalmente era distinta a las chicas de mi edad, no en los aspectos superficiales, claro que quise una Barbie mariposa, tuve mi época rosa, y mis sueños con príncipes y no me arrepiento de ello. Pero siempre hubo un pero atormentador. Cuando tenía cuatro años, descubrí por cuenta propia que Papa Noel no existía, y también que los bebes no los traía la cigüeña de París…  Supe las cosas que quería en la vida, y también las que no.
A los siete empecé a entender el mundo de los adultos, su manera de manejarse en el, la forma en la que hablaban, descubrí que la literatura me parecía majestuosa, aunque desde ya que no viviría de ella, pues en mí no había talento alguno en la escritura, lo tomaba más como un arte digno de contemplar. Entendí que amaba manchar las páginas de colores y formas, las personas al ver mis dibujos me decían que para eso había nacido, para ser una pintora, y en el fondo yo también deseaba que esa fuese mi suerte, pero al igual que con la escritura, la pintura se me daba pero no lo veía como algo que haría para el resto de mi vida.
Y finalmente a los ocho años, mientras hacíamos zapping un sábado por la noche en casa, un sentimiento nuevo nació en mí. Me pregunte a mí misma varias veces y la respuesta siempre fue la misma, que arte mayor el de capturar momentos, como fotografías viejas en movimiento para toda la eternidad… 
Había descubierto lo que me apasionaba, lo que quería hacer por el resto de mi vida, pero vale, solo tenía ocho años y todo sonaba excitante y nuevo, empecé con el cine en blanco y negro, sorprendentemente tenía muchos casets en casa de mis abuelos, y pronto mi gusto se fue agudizando, y las películas de Barbie o la Sirenita ya no me llamaban la atención, vale jamás me llamaban la atención, pero ahora tenía un sentido crítico para defender mi argumento que en otro momento ta vez no lo hubiera tenido, había descubierto un mundo nuevo, al igual que con la literatura y la pintura, el cine se había vuelto mi medio de expresión, lo que reflejaba me hacía sentir identificada y eso me gustaba.

Y es el día de hoy que me maravillo una y mil veces, y mi gran sueño es dejar una marca tan grande y profunda en el corazón de alguien, tal como lo hicieron con el mio, romperle el corazón, hacerle reír, hacerle llorar, mostrarle todo...
Se que como todo, desapareceré al igual que todo lo que hice, pero por el momento, me conformo con ser solo yo. Y soñar como solo yo lo hago.

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